Telma Cabrera envuelve su pequeño cuerpo alrededor de un enorme árbol de mango. Es un cálido abrazo entre viejos conocidos: cuando era chica, ella pasaba por este árbol cada día en su camino a la plantación de café donde trabajaba con su madre y pareientes. En los buenos días, recuerdo, podían recoger mangos maduros del suelo.

Hoy, vestida en una colorida túnica de vivos colores y topes florales, la lideresa indígena de 53 años es una política guatemalteca destacada, más allá de su afición a abrazar árboles. Esta mujer maya de la etnia mam fue candidata en 2019 y 2023, por el partido socialista Movimiento para la Liberación de los Pueblos. Ella participó de la redacción de un manifiesto prometiendo una nueva constitución plurinacional y abogar por la filosofía indígena del “buen vivir”, que significa llevar una buena vida sostenible y orgánica, rechazando la agricultura a gran escala que domina su país y el planeta entero.

En medio de las turbulencias que viene atravesando Guatemala desde hace un año, tras las elecciones en las que triunfó el moderado Bernardo Arévalo, Cabrera no cree que el cambio radical que demanda su país ocurrirá bajo la administración del nuevo presidente. En 2019 había alcanzado el cuarto puesto con casi medio millón de votos, un logro extraordinario para una indígena. En mayo pasado, pocos meses antes de las elecciones, el tribunal electoral prohibió su candidatura, ante las órdenes de Washington y sus clásicos gobiernos “títeres”. Junto con Cabrera, también fue excluido de la carrera Carlos Pineda, ambos por cuestiones técnicas y absurdas, como errores en la documentación o violaciones a la ley electoral.

Luego de todas las idas y vueltas que le permitieron a Arévalo acceder al poder en Guatemala, y habiendo pasado un mes desde entonces, Cabrera se muestra escéptica de que va a aplicar las recetas adecuadas, y considera que ella hubiese triunfado en la primera vuelta. Sin embargo, no puede olvidar que el país centroamericano viene de décadas de corrupción y represión crecientes, particularmente en los gobiernos de Jimmy Morales y Alejandro Giammattei, y necesita urgente una “primavera democrática”. Cabrera reflexiona y acota: “Arévalo merece el beneficio de la duda, pero en Guatemala jamás ha habido una auténtica democracia para los pueblos indígenas. Siempre han sido cooptados y explotados por los gobernantes de turno”.

Telma creció en la Sierra Madre de Guatemala, en un pueblo llamado El Asintal, de 40.000 habitantes. Es una tierra fértil dividida en parcelas privadas de cultivos intensivos: palmas de aceite, árboles de caucho, café y caña de azúcar. La lideresa explica. “La tierra siempre la trabajamos nosotros, ahora ni siquiera sabemos quiénes son los dueños, escondidos detrás de compañías de responsabilidad limitada. Hace 30 años, el 14% de las tierras de El Asintal estaban en manos de pequeños granjeros indígenas, hoy tenemos menos del 5%. El resto pertenece a multinacionales para las que trabaja la mayor parte de los adultos del pueblo.

A fines del siglo pasado, Cabrera y su esposo fueron los primeros indígenas activistas que se unieron para luchar por reformas agrarias, conformando CODECA (Comité de Desarrollo Campesino). Hoy tienen más de 35.000 miembros activos, siendo por ello objetivos de las fuerzas represivas y las mafias de terratenientes oligarcas. Todos han padecido intimidación y violencia, y 80 compañeros fueron asesinados entre 2012 y 2021, en crímenes que quedan completamente impunes. Ella está amenazada de muerte por compañías y presidentes que han dejado el poder. Este fue uno de los motivos por los que no protestó cuando fue eliminada de la contienda el año pasado.

Quienes sí apoyan a Arevalo son los k’iche, y su agrupación 48 Cantones de Totonicapán, aunque se vieron algo defraudados con la inclusión de un solo indígena en su gabinete de 14 ministerios (la ministra de Trabajo, Miriam Roquel), con lo cual no refleja la composición demográfica del país que tiene la mayor población indígena de la región.

Cabrera es conciente de que el sistema político guatemalteco está organizado para perpetuar un modelo de república bananera que pintó en forma eximia Miguel Angel Asturias. “La gente se va a ver defraudada, ya que Arévalo no podrá realizar los cambios prometidos, ya que la corte suprema y el parlamento unicameral están dominados por los mismos partidos y políticos venales y traidores a la patria de siempre. La fiscal general María Consuelo Porras, que ha encabezado las acciones para eliminarme electoralmente y evitar la asunción de Arévalo permanece en su puesto”.

Telma se toma una pausa para beber café con chocolate y retoma su parecer: “Hasta tal punto nos odian que han disuelto nuestro partido y nos quedamos sin representantes en el congreso. Ahora vamos a tener que reflotar el movimiento con un nuevo logo pero la misma fuerza mágica que nos hace conocedores del buen vivir y sus secretos, lo que hace mucha falta en la sociedad contemporánea, totalmente enajenada por el capital y la locura del capitalismo salvaje”.  Y para concluir, afirma: “Las campañas son física y mentalmente desgastantes. Nuestra lucha es a largo plazo, y consiste en hacer con nuestra dignidad una revolución del buen vivir”.

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