Autor: Robert Louis Stevenson
Donde las campanas repican lejos en el mar, dedos astutos me han formado. Allí colgué en los muros del palacio mientras cantaba aquel Consuelo, pero escuchaba, aunque escuchaba bien, nunca una nota, jamás un trino, nunca un golpe de campana. Allí colgué y miré, y allí en mi rostro gris, lindos rostros brillaron desde abajo del cabello brillante. Bueno, vi la cabeza apuntando, pero los labios se movieron y no dijeron nada, y cuando el salón estuvo iluminado con luces, el silencio movió a todos los bailarines. Así resplandecí un rato, y luego caí en días y hombres polvorientos, dormí mucho envuelto en paja, no ví otra cosa que traficantes, hasta que mi ojo silencioso pasó aquello. Ahora con una gracia extranjera, enfrento el fuego chispeante en la sala azul en Skerryvore, donde espero hasta que se abra la puerta, y el príncipe de los hombres, Henry James, venga nuevamente.
traducción: HM