Autor: Robert Louis Stevenson

La juventud huye ahora sobre pies emplumados, débil y más débil suena la flauta, canciones más raras de dioses, y quieto en algún lugar sobre la soleada colina, o a lo largo de la corriente ventosa, a través de los sauces revolotea un sueño, revolotea aunque muestra una cara sonriente, huye pero con una gracia tan pintoresca, que nadie podría elegir quedarse en casa, todos deberían seguirlo, todos deberían vagar.

Esto es belleza innata: ella ahora flota en el aire alta y libre, toma el sol, y rompe el azul, tarde voló con piñón encorvado, rastrillando setos, y su ala húmeda en corrientes plateadas, y puso sus brillantes pies sobre el techo del templo: ahora nuevamente ella vuela en lo alto, bordeando montañas, nubes, y las besa, junto al amatista del atardecer.
En el bosque húmedo y el sendero cenagoso, aún allí jadeamos y golpeamos en vano, aún con pies de plomo cazamos el piñón menguante, la cara que se desvanece, aún con cabello gris nos tambaleamos, hasta que, míren, ¡la visión se ha ido! ¿A dónde ha llevado la fugaz belleza? A la puerta de los muertos. La vida está terminada, la vida era alegre: hemos venido por el camino de la primavera.

 

traducción: HM

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