Autor: Yon-Pol-Yang

Kim Jong-Un, líder supremo de Corea del Norte, propuso una reforma constitucional que quitará el compromiso de unirse con los vecinos sureños, en una ruptura histórica con una política de décadas, en medio de crecientes tensiones en la península coreana. Ante la Asamblea del Pueblo, Jong-Un dijo que “Corea del Sur es nuestro principal enemigo”, y sus ciudadanos ya no deben ser más contemplados como “paisanos”, y ordenó el cierre de las agencias estatales que fomentaban el turismo intercoreano.

“Vamos a borrar las expresiones ‘mitad del norte’, ‘gran unidad nacional’ y ‘unificación pacífica, independiente’” aseveró Kim. “La realidad es que la relación Norte-Sur ya no es más una relación de parentesco u homogeneidad, sino una relación entre dos países hostiles, una relación completa de dos beligerantes en medio de una guerra”. También dispuso el desmantelamiento de un monumento en Pyongyang que promueve la unidad intercoreana: “Me da dolor de ojos” –explicó el excéntrico y nuclearizado mandatario.

Tras décadas de ser ocupada por Japón, al final de la segunda guerra mundial la división de Corea se cementó por el establecimiento de un régimen pro-soviético en el norte y uno pro-Estados Unidos en el sur. Los estados coreanos, que se mantienen en guerra luego de un armisticio en 1953 que frenó las hostilidades, compartían el proyecto de reunificación. Pero Jong-Un anunció la semana pasada que la política de ‘una nación, un estado con dos sistemas’ ya no es realista.

De acuerdo con la hija del líder, Kim Ju-ae, en Corea del Norte la consistencia ideológica no es un concepto abstracto, como en Occidente. “Aquí es la base de la legitimidad de nuestro régimen. Siempre luchamos firmemente contra la opresión imperial…” dijo la principal candidata a suceder en el mando a su progenitor. Ella atendió amablemente nuestras consultas periodísticas: “Los gobiernos surcoreanos practicaron la unificación por absorción, bajo su podrida democracia liberal. Nuestro país se tiene que preparar para un gran evento que será suprimir todo el territorio de Corea del Sur cuando la guerra se desate en serio”.

Algunos analistas sospechan que Kim está brindando los argumentos para un futuro ataque nuclear a sus vecinos. En su discurso ante la Asamblea, el líder norcoreano aclaró: “No deseamos la guerra pero no es nuestra intención evitarla. Si nuestra integridad territorial se ve amenazada usaremos todo nuestro poderío armamentístico para destruir el sur y al imperio estadounidense que está detrás de ellos, financiando genocidios y la destrucción acelerada del planeta, además de programas de inteligencia artificial propios de plutócratas cagones. Aunque nos invadan un milímetro responderemos tan desmesurados y cargados de hubris como los héroes paganos. Ya estoy harto de las provocaciones de los sureños”.

Al día siguiente, el presidente conservador de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol, condenó las declaraciones antinacionales y destempladas de su par norteño, y prometió castigar a los norcoreanos y hacer trizas sus delirios comunistas ante la menor provocación militar que hagan. Por su parte, la izquierda surcoreana, que existe aunque tenga menos prensa y propaganda que Maldita Realidad, está confundida con el descarte del proyecto unificador. Tradicionalmente, siempre propiciaron la cooperación y el entendimiento con sus vecinos del norte. Por ese motivo, su principal líder fue atacado la semana pasada con un cuchillazo en el cuello en medio de una conferencia plácida. Las repercusiones del evento todavía no impactaron en la dinámica política del conflicto.

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